Artículo de Cayo Lara, coordinador federal de IU
A la agitación política que causaron los resultados de las Elecciones Europeas del 25M le sucedió el anuncio de la abdicación de Juan Carlos de Borbón. Desde el primer momento calificamos la decisión del hasta ahora jefe del Estado como un hecho de trascendencia histórica y política. Desde ese 2 de junio se han encadenado aceleradas e improvisadas actuaciones políticas y parlamentarias encaminadas a garantizar la sucesión en la figura de Felipe VI y permitir una reedición en apenas dos semanas del conocido que todo quede ‘atado y bien atado’, al menos para cerca de otros 40 años.
El deterioro del sistema bipartidista y de la monarquía, desarrollados de forma independiente pero creemos que con una ligazón evidente -lo mismo que la representatividad otorgada por la ciudadanía en los últimos comicios europeos y la renuncia del jefe del Estado- han servido para acelerar la tramitación de una improvisada Ley Orgánica de Abdicación, su rúbrica en un deslucido acto, la rápida proclamación del sucesor en el Congreso y hasta la búsqueda de atajos legales para garantizar el aforamiento de por vida de Juan Carlos de Borbón.
Todo ello se ha hecho con un claro desprecio al auténtico parlamentarismo democrático que los responsables políticos de esta concatenación de hechos dicen defender. Desde la Casa Real hasta el Gobierno del PP, con la colaboración necesaria de la cúpula dirigente del PSOE, han preferido condicionarlo todo a una supuesta estabilidad política e institucional que es sólo la suya, no la de la mayoría de la gente. Convirtieron a las Cortes Generales -el Congreso y el Senado- en un escenario de cartón piedra para evitar a toda costa que se trasladara el debate que está en la calle: la posibilidad de plantear lo que para Izquierda Unida es la imprescindible convocatoria de un referéndum para que el pueblo decida entre Monarquía y República o, lo que es lo mismo, entre Monarquía y Democracia plena.
Pero la realidad es tozuda. El ya proclamado Felipe VI debe enfrentarse ya al profundo deterioro de la Corona, a la opacidad y falta de trasparencia con la que tradicionalmente ha actuado esta institución, a su anacronismo histórico y, también, a las prácticas presuntamente corruptas de algunos de los miembros de la familia real desplazados ahora, por mor de la abdicación, a un supuestamente mayor segundo plano. Es seguro que contará con la misma legión de fieles e impagables ‘cortesanos’ políticos, económicos y mediáticos que ahora aplauden la sucesión con la misma ‘entrega desinteresada’ que no hace mucho hacían cuando Juan Carlos negaba en público que fuera a abdicar.
Desde Zarzuela tienen sus razones para haberlo precipitado todo. PP y PSOE han contribuido a ello porque no confiaban en los resultados que puedan darse en las próximas citas electorales municipales y autonómicas, y también en las generales previstas para 2015.
Nosotros seguimos con nuestra hoja de ruta. Nuestra prioridad es la creación de empleo y aportar de forma constructiva, democrática y contundente propuestas para una auténtica salida de una crisis que sufren aún en sus carnes aquellos que no la provocaron y que, sin embargo, ya ven a la vuelta de la esquina precisamente sus principales causantes y quienes más se han beneficiado de ella, política y económicamente. Además, no vamos a olvidar seguir planteando todas las acciones necesarias para que se convoque ese referéndum para que el pueblo decida entre Monarquía o República. Debe sentar las bases para desarrollar un proceso constituyente que reclamamos desde hace años, que no es nuevo para nosotros, y que creemos imprescindible para construir un nuevo proyecto de país.
El deterioro del sistema bipartidista y de la monarquía, desarrollados de forma independiente pero creemos que con una ligazón evidente -lo mismo que la representatividad otorgada por la ciudadanía en los últimos comicios europeos y la renuncia del jefe del Estado- han servido para acelerar la tramitación de una improvisada Ley Orgánica de Abdicación, su rúbrica en un deslucido acto, la rápida proclamación del sucesor en el Congreso y hasta la búsqueda de atajos legales para garantizar el aforamiento de por vida de Juan Carlos de Borbón.
Todo ello se ha hecho con un claro desprecio al auténtico parlamentarismo democrático que los responsables políticos de esta concatenación de hechos dicen defender. Desde la Casa Real hasta el Gobierno del PP, con la colaboración necesaria de la cúpula dirigente del PSOE, han preferido condicionarlo todo a una supuesta estabilidad política e institucional que es sólo la suya, no la de la mayoría de la gente. Convirtieron a las Cortes Generales -el Congreso y el Senado- en un escenario de cartón piedra para evitar a toda costa que se trasladara el debate que está en la calle: la posibilidad de plantear lo que para Izquierda Unida es la imprescindible convocatoria de un referéndum para que el pueblo decida entre Monarquía y República o, lo que es lo mismo, entre Monarquía y Democracia plena.
Pero la realidad es tozuda. El ya proclamado Felipe VI debe enfrentarse ya al profundo deterioro de la Corona, a la opacidad y falta de trasparencia con la que tradicionalmente ha actuado esta institución, a su anacronismo histórico y, también, a las prácticas presuntamente corruptas de algunos de los miembros de la familia real desplazados ahora, por mor de la abdicación, a un supuestamente mayor segundo plano. Es seguro que contará con la misma legión de fieles e impagables ‘cortesanos’ políticos, económicos y mediáticos que ahora aplauden la sucesión con la misma ‘entrega desinteresada’ que no hace mucho hacían cuando Juan Carlos negaba en público que fuera a abdicar.
Desde Zarzuela tienen sus razones para haberlo precipitado todo. PP y PSOE han contribuido a ello porque no confiaban en los resultados que puedan darse en las próximas citas electorales municipales y autonómicas, y también en las generales previstas para 2015.
Nosotros seguimos con nuestra hoja de ruta. Nuestra prioridad es la creación de empleo y aportar de forma constructiva, democrática y contundente propuestas para una auténtica salida de una crisis que sufren aún en sus carnes aquellos que no la provocaron y que, sin embargo, ya ven a la vuelta de la esquina precisamente sus principales causantes y quienes más se han beneficiado de ella, política y económicamente. Además, no vamos a olvidar seguir planteando todas las acciones necesarias para que se convoque ese referéndum para que el pueblo decida entre Monarquía o República. Debe sentar las bases para desarrollar un proceso constituyente que reclamamos desde hace años, que no es nuevo para nosotros, y que creemos imprescindible para construir un nuevo proyecto de país.
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